Vertedero
Antes de que llegue el lunes
Mayra Montero (La Revista, El Nuevo Día)
Hubo un tiempo en que éramos felices y alguien, algún alcalde, nos mandó unos contenedores rojos para depositar periódicos, plásticos y botellas. Era de lo más civilizado asomarse a la calle el día que pasaba el camión por el barrio (miércoles, creo), y ver los depósitos rebosantes colocados ordenadamente por cada vecino, y saber que a pesar del consumo desenfrenado, todo aquello podría reutilizarse (...)
(Continúa AQUí.)
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2 comentarios:
No recuerdo exactamente cuánto duró el invento. Pero fue poco, demasiado poco.
Un día ya no pasó aquel camión y los contenedores rojos empezaron a tener otros usos, los arrumbamos en cualquier esquina y los llenamos de cachivaches. Los plásticos, los periódicos y las botellas volvieron al zafacón, no como polvo que regresa al polvo, sino como basura pura y dura que iría a engrosar los vertederos ya atestados.
Hoy sabemos que los desperdicios están a punto de arroparnos. El gran negocio para los fabricantes de esas bolsas para la basura que anuncian por televisión, capaces de soportar el excesivo peso, debe de estar aquí, porque cada hogar genera más desperdicios, y más pesados, que en cualquier otro país del Hemisferio.
En la actualidad, por ejemplo, es casi imposible reciclar el vidrio. Hace pocos años se le dio luz verde a la entrada de unas botellas que no cumplen con los requisitos para poder ser recicladas. Estuvieron prohibidas mucho tiempo. Pero ya se sabe que las prohibiciones duran hasta que a alguien lo untan con manteca. Una vez que aparecen los billetes, ¿a quién demonios le importa que el vidrio, roto y mezclado, no sea aceptado por las plantas de reciclaje, ya que contiene elementos que dañarían todo el proceso? Elementos que llegaron por culpa del envase de un jugo, de una cerveza, de algún producto que de pronto empezó a mercadearse y provocó que el reciclaje se fuera al demonio. Ese es el País, esa es la gente que nos gobierna y quita y pone prohibiciones.
Varios años atrás les advirtieron a unos alcaldes, el de Rincón entre ellos, que la erosión en las playas eventualmente destaparía unos vertederos ya clausurados que habían sido ubicados muy cerca de la costa. Los alcaldes miraron para otro lado, tal vez pensaron que faltaba mucho para que eso ocurriera y que, para entonces, no estarían en sus puestos. Y estaban en lo cierto, cómo no, ¿para qué preocuparse si cuando estallara el problema ellos estarían bien lejos, o nadie podría pedirles responsabilidad?
Hoy, en algunos puntos, el mar empieza a lamer toneladas de basura, entre ellas vidrios y desperdicios médicos que se dispersan por la arena y entre las olas, y que amenazan con alcanzar otras playas, incluso las de más alcurnia. Salió en el periódico la fotografía: grandes fauces llenas de antigua porquería, abiertas al océano, dejando escapar su fermentada baba. Da asco, ya lo sé. Pero es que realmente es un asco. Y las cosas tienen que decirse como son.
A veces me da gracia esas personas que preguntan por qué en lugar de publicar noticias tremebundas o trágicas, los periódicos no enfocan en sus páginas noticias agradables, de esas que ellos llaman positivas. El problema es que los periódicos se supone que están para contarnos la verdad, y la verdad no es muy bonita. Es como pedirles a los grandes noticiarios internacionales, los más serios (que todos sabemos cuáles son), que no empiecen sus ediciones hablándonos de ataques y de guerras. Las noticias reflejan el mundo en que vivimos, y el que no quiera ver esas noticias tendrá que levantarse leyendo Vanidades. Estamos llegando al punto absurdo en que la pasta bobalicona-light intenta imponerse incluso a las expresiones más serias de una sociedad, en este caso la información.
Pero hablaba de la basura. Se ha ordenado el cierre de otros vertederos y el alcalde de uno de los pueblos afectados, al preguntársele si tenía algún plan, dijo que ya vería de aquí al 2009. Claro, falta mucho, y hay que ver si sale o no sale. Si no sale, que el que venga arree; que bregue con el perfecto basural, esa montaña sobre la cual llueve, truena y relampaguea, y en cuyo interior se forman escorrentías que van filtrando al subsuelo todos los fluidos de la podredumbre. Esos fluidos llegan al agua, la que tomamos y la que nos sirve para cocinar o bañarnos.
La gente lee vertedero, esa gente que clama por noticias positivas, y piensa que la basura no es un asunto de ellos, que los vertederos son unos fenómenos ajenos a la inmaculada sala de su casa. Por un día, podríamos complacerlos. Decirles que sí, que los vertederos son cráteres lejanos; porquería que despedimos hace tiempo; desperdicios que se evaporaron y por los que no hay que preocuparse más. Esa es mi nota positiva de hoy.
It takes, two to tango, two to tango, two to do the dance of love.
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